Es la
obligación que tiene el médico de reparar un daño causado a un paciente,
derivado de: la falta de ejecución de un procedimiento que estaba obligado a
realizar dentro de la operación quirúrgica (negligencia); la mala aplicación de
un procedimiento por excesiva confianza o por falta de destreza (impericia); o,
simplemente, por la falta de obtención de un resultado prometido al paciente al
momento de contratar.